La inclusión no se logra solo con buenas intenciones, sino que implica
comprender la otredad. Necesita de una didáctica flexible, creativa y
empática, capaz de adaptarse a la diversidad sin perder de vista los objetivos
formativos.
Desde esta perspectiva:
- El aula no se adapta al currículo, sino que el
currículo se adapta al aula.
- Se valora la experiencia previa del estudiante, sus
emociones, sus formas de expresarse.
- El docente se convierte en un observador sensible,
que improvisa, crea y responde a lo que observa, no a lo que estaba planificado,
por lo que la planeación se transforma en una proyección que inicia con la
inquietud de lo que el niño quiere aprender.
Como señala Imbernón, la improvisación no es falta de
profesionalismo, sino señal de dominio, flexibilidad y comprensión del
contexto. Enseñar es dialogar, no repetir.
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